Aguas tranquilas

Aguas en las que naufragas, tempestades crueles y desconsideradas que agitan con violencia un barco frágil desde su botadura, naufragios tiempo atrás anunciados, riesgos y  decisiones que se toman desde la peor posición, profundas grietas provocadas por  innumerables noches de tristeza, melancolía, y soledad.
Barcos a la deriva sin timón ni capitán.
Barcos fantasma rodeados de vientos eléctricos que golpean con dureza a un frío cristal.



Cuando la calma se haya perdida junto a la razón y el tiempo.
Cuando el silencio duele más que lo gritado.
Cuando ya no quedan aguas tranquilas en las que anclar.
Cuando todo parece suceder fuera de tu cuerpo.
Cuando nadamos y nadamos y nunca llegamos a ninguna orilla.


La tristeza del no poder comprender, los cafés que se enfriaron, el coche que no salió del garaje, la cama deshecha, la palabra tibia, la rabia tatuada, la sonrisa torcida, el pájaro con el ala rota, la mancha en el suelo, la locura vestida como un  uniforme de diario, lo absurdo del resultado, la tierra seca, la nostalgia que se escapó por la ventana en una noche sin luna.

Cuando ya no queda nada de lo que fuimos.
Cuando los daños nos superaron en número.
Cuando todo perdió su sabor.

La impotencia de lo que pudo ser, lo fácil que era, lo imposible que resultó, el duelo no respetado, odiar por odiar, tiritas que ya no pegan, mangueras que se secaron, ojos en los que naufragar, puertas sin cerradura, leña mojada, sueños a medio soñar.

Cuando el Norte se perdió antes de encontrar la brújula.
Cuando las palabras ya no realizaron su función.
Cuando recogimos mucho más de lo sembrado.
Cuando la voz se convirtió en un enorme agujero negro.

La decepción de todo lo que se rompió, la escoba que dejó de barrer, el camino sin retorno, las luces apagadas, la incertidumbre, el miedo, el dolor, el túnel blanco, la luz inmensa, las voces conocidas, la mano fría, el corazón que no late, el silencio que te acuna, la bruma densa, el olor a lavanda, la caricia en la mejilla, la lágrima que desciende en busca de su triste final, el aire que se aspira con avaricia, la cabeza perdida.

Cuando la suma da como resultado una eterna división.
Cuando perdimos la identidad, los papeles y el saber.
Cuando no hay bastante Loctite en el mundo.
Cuando olvidamos como se llamaba  todo lo que era importante.

La mirada vacía, la copa rota, el cansancio.
Buscar el último aliento, concentrar la vida en un latido, emerger de unas aguas negras y salvajes, abrir los ojos y buscar las manos, reconocer rostros, analizar expresiones, valorar los daños, intentar sonreír,  ladear la cabeza y observar el rincón lleno de  flores que te devuelven un poco de serenidad, tallos verdes por los que deslizar los dedos, movimientos lentos, un mundo que vuelve poco a poco a la realidad, despedidas grises bajo una profunda luz artificial.

Cuando uno es como el junco que se dobla hasta lo imposible y si cabe un poco más.
Cuando la fuerza quema inmensa bajo tus pies.
Cuando la vida te regala porque ya acabó el tiempo de quitar.
Cuando el espejo te lo devuelve todo con creces.
Cuando llenas los bajos del viejo vestido azul de manzanas amarillas.
Cuando el sol baña unas frías mejillas.

La búsqueda del mar en calma, de las aguas transparentes, de la arena blanca y fina, del coral que bordea y adorna, de la verde isla, y de las aguas tranquilas.




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