Algunos hombres buenos
Llega de repente una persona que te abraza tan fuerte que sientes que todo lo que estaba roto, se une de nuevo.
Cuan terapéutico puede llegar a ser un abrazo.
Y un día en el que ya no admites más decepción ni dolor decides salir al mundo y sonreír. Y hacerlo tan fuerte que esa sonrisa lo ilumine todo. Decides confiar, decides y escoges conocer.
Y las conversaciones entre paseos, cafés, copas de vino y algún que otro bombón de chocolate te parecen lo mejor de este mundo. Magia.
Complicidad que brota como los primeros jacintos.
Esa confianza que lucha por quedarse.
Ese miedo que poco a poco empequeñece.
Tu mano limpiando mi boca de chocolate.
Y me miras, y eso me hace sonrojar.
Me guiñas un ojo.
Y suena Etta, y todo el conjunto me parece tan perfecto, que me pellizco de vez en cuando para asegurarme que no esté soñando despierta. Y alargas tu mano hacía mi _ Quieres bailar? Me preguntas. Mi respuesta te la da mi mano estrechándose con la tuya.
Y bailamos como un par de tontos en un salón.
Y ese momento es lo más bonito que recuerdo en mucho tiempo.
Y hueles tan bien.
Seguridad que llega de la mano de una tarde plena.
Hablamos de los libros de nuestra vida, me cuentas que casi te pegas por conseguir aquella primera edición. Para mi sorpresa amas a Isabel Coixet casi tanto como yo.
Resulta que Matisse y sus "Peces Rojos" ocupan tu pared. Resulta que no sabes lo mucho que adoro ese cuadro.
Porque lo más importante es que mi sonrisa se mantenga.
Porque tu lo consigues.
Porque no te afectan las tonterías.
Porque sabes que esas tonterías no te llevan a ningún puerto digno de atracar.
Porque me apetece mar y vino contigo.
Porque me haces perder el norte y eso en mi siempre ha sido bueno.
Porque me miras y en tus ojos me apetece quedarme.
Porque esto empieza.
Porque hoy no es ayer.
Se hace tarde, debo irme, nos despedimos con un abrazo. Me susurras que ha sido la mejor tarde desde hacía muchísimo tiempo, te sonrío.
Regreso andando a casa, me apetece detenerme en cada detalle y fotografiarlo, quiero tener mil testigos silenciosos de este, tan perfecto día.
Al pasar por una tienda, veo esa primera edición de la que hablabas.
La luz destila amarillos y ocres en cada edificio. El viento juega con todos los papeles de la calle.
Sin darme cuenta, empiezo a canturrear.
Cuan terapéutico puede llegar a ser un abrazo.
Y un día en el que ya no admites más decepción ni dolor decides salir al mundo y sonreír. Y hacerlo tan fuerte que esa sonrisa lo ilumine todo. Decides confiar, decides y escoges conocer.
Y las conversaciones entre paseos, cafés, copas de vino y algún que otro bombón de chocolate te parecen lo mejor de este mundo. Magia.
Complicidad que brota como los primeros jacintos.
Esa confianza que lucha por quedarse.
Ese miedo que poco a poco empequeñece.
Tu mano limpiando mi boca de chocolate.
Y me miras, y eso me hace sonrojar.
Me guiñas un ojo.
Y suena Etta, y todo el conjunto me parece tan perfecto, que me pellizco de vez en cuando para asegurarme que no esté soñando despierta. Y alargas tu mano hacía mi _ Quieres bailar? Me preguntas. Mi respuesta te la da mi mano estrechándose con la tuya.
Y bailamos como un par de tontos en un salón.
Y ese momento es lo más bonito que recuerdo en mucho tiempo.
Y hueles tan bien.
Seguridad que llega de la mano de una tarde plena.
Hablamos de los libros de nuestra vida, me cuentas que casi te pegas por conseguir aquella primera edición. Para mi sorpresa amas a Isabel Coixet casi tanto como yo.
Resulta que Matisse y sus "Peces Rojos" ocupan tu pared. Resulta que no sabes lo mucho que adoro ese cuadro.
Porque lo más importante es que mi sonrisa se mantenga.
Porque tu lo consigues.
Porque no te afectan las tonterías.
Porque sabes que esas tonterías no te llevan a ningún puerto digno de atracar.
Porque me apetece mar y vino contigo.
Porque me haces perder el norte y eso en mi siempre ha sido bueno.
Porque me miras y en tus ojos me apetece quedarme.
Porque esto empieza.
Porque hoy no es ayer.
Se hace tarde, debo irme, nos despedimos con un abrazo. Me susurras que ha sido la mejor tarde desde hacía muchísimo tiempo, te sonrío.
Regreso andando a casa, me apetece detenerme en cada detalle y fotografiarlo, quiero tener mil testigos silenciosos de este, tan perfecto día.
Al pasar por una tienda, veo esa primera edición de la que hablabas.
La luz destila amarillos y ocres en cada edificio. El viento juega con todos los papeles de la calle.
Sin darme cuenta, empiezo a canturrear.
A mi parecer no existe una fórmula mágica para encontrar a la pareja ideal o la felicidad, más bien pienso que se necesita echar mano de la experiencia y trabajar, trabajar con ganas las dos partes y muchos deseos de encontrar la sana felicidad.
ResponderEliminarCuando el amor nos llega, cada acto, cada minuto, cada fracción de segundo, cada segmento de nuestra vida se convierte en un acto milagroso, se nota como se ilumina nuestra rostro, emergen las ideas y fluyen las palabras.
Me gusta tu blog. Volveré!
Es muy cierto, y evidente, el amor lo transforma todo. La sonrisa intacta, lo relativo de las cosas menos bonitas, el fluir, el sentir...Vuelve siempre!! Un beso y feliz año :)
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