Tus ojos

Confesar que estoy enamorado de ti sin una flor en la mano me parece de mal gusto, pero no confesarte que lo estoy por no tenerla me parece imperdonable.
Puedo confesarte que de la curiosidad, pasé a la admiración, de la admiración a la locura y de esta al dolor.
Dolor por no tenerte.
Dolor por ver que los días pasaban y yo no estaba en ninguno de ellos.
Dolor por haberte dejado escapar.
Dolor por saber que me las ibas a hacer pasar canutas.

Uno se acostumbra a cierto tipo de dolor, es como el pobre que padece fibromialgia, te duele todo el cuerpo, y te duele siempre. A mi me duele el alma hasta cuando creo que ya no la noto.
Mil intentos fallidos de reconquista, tú mucha mujer y yo un pobre diablo sin argumentos creíbles. Y el eterno dolor anclado entre el corazón y el estómago, tal vez allí se encuentre el alma, yo casi puedo asegurarlo.
Recuerdo la primera vez que te vi, recuerdo que todo tuvo sentido en aquella plaza, y los árboles realzaban tu bello porte como fieles guardianes de un templo sagrado. Tus ojos, esos ojos...
Recuerdo el beso tibio y tímido, y la sonrisa que llegó después.

Mil errores antes y otros tantos después.
Un camino distinto, dos vidas separadas, todas las opciones mutiladas, pero el dolor en el alma perenne y oscuro como tus ojos, como aquella tormenta.
Mírame y mátame.

Con el tiempo cabalga el olvido a lomos de un caballo negro, negro como el café que tomamos, como la noche que nos cogió desprevenidos, como la nube que descargó su ira contra nosotros, negro como tus ojos, negro como el agujero que vive en mi alma, negro como el vacío que siento sin ti.
Yo, un Don Juan acostumbrado a serlo, un tipo que no necesita, que no llama, que olvida los días más importantes, que no llora cuando escucha un adiós, un marinero sin puerto, y ahora un barco a la deriva en los brazos de la peor tempestad. Enamorado. Enamorado de la única mujer que me dijo adiós.
Saber que a tu lado soy.
Saber que por ti lo logro.
Saber que lo más lejos en mis brazos.
Saber que tu le das sentido a esto y a todo lo demás.
Saber que si me dejas coger tu mano, lo consigo.

 

Despertar un día de sol, deambular como un muerto viviente por una casa que ya no reconozco, mirar el café y pensar en tus ojos. Suspirar y sufrir.
Pensar en que si quieres puedes.
Pensar en tu adiós, recordar los meses que fueron pasando, escuchar un "Lo siento, yo estoy enamorada de otra persona" y saber que yo volvería a conquistarte, que solo era cuestión de demostrar que te amaba de verdad, de aguantar la tormenta, de ser mejor, de quererte como mereces, y de esperar.

Me dijeron que ya no estás con nadie, sabiendo que eso no es sinónimo de estar disponible y mucho menos de querer volver a confiar en mi, pero debo intentarlo, escalofríos, ansiedad, mi agujero negro agitado como un volcán encendido, cada una de mis glándulas sudoríparas activada para hacer de mi un charco con camisa, los nervios marcando tu número de teléfono, la voz muda, y el silencio por respuesta. No me lo vas a poner fácil, mierda.
Si esto fuese sencillo no sería digno de ser contado.
Si no valiese la pena no serías tú.
Si yo no me sintiera como un niño, no sería amor.
Si no tuviese miedo, no sería tan hombre como me siento hoy.

Voy conduciendo, sin rumbo pero con destino, con miedo pero con felicidad, con dudas pero con toda la seguridad, temblando pero firme, sin hambre pero con sed, con lluvia, sin sol, con mil nubes y a todo color, sin ti pero a punto de cambiar eso, sin ramo pero con flor, sin perfume  pero con mi mejor piel, con mis manos fuertes dispuestas a abrazarte en cuanto te vea, las preguntas que no haré, las respuestas que no darás, pero sabiendo que si me sonríes yo moriré entre la esquina y el viejo almacén mirando lo que no nunca pude olvidar, y todo en mi cambió, tus ojos.