Y respirar
Me desperté sobresaltada por un mal sueño que me perseguía, por un cúmulo de despropósitos a lo largo y ancho de un camino que iba estrechándose más y más. Era aún de noche, noche cerrada, noche negra sin destellos de claridad, sin trinos pasajeros ni estrellas bajitas, decidí levantarme y bajar a la cocina, todo en ella dormía, ni siquiera la nevera se atrevía a pronunciarse con su habitual zumbido, la calma reina a esas horas tardías.
Instintivamente cogí una taza y me dispuse a llenarla con un poco de café, pensé que sería genial preparar algún pastel, así que saqué huevos, mantequilla, azúcar, harina, y chocolate fondant. ¡Brownie!
Mientras iba removiendo e incorporando ingredientes, pensaba en la extraña conversación que habíamos mantenido, en lo dificultoso de la misma, y en lo triste del no poderse entender, nada me parece más frustrante que no poder comunicarse con una persona, es y con diferencia lo peor.
Puedes estar de acuerdo o no.
Puedes demostrar interés o no.
Puedes disfrutar o no.
Puedes hablar o escuchar.
Pero si no puedes llegar a comunicar, nada puede llegar a puerto, ni siquiera nosotros que siempre acabábamos encontrando algo que viajara más a la deriva que nuestros corazones y lograr con más o menos esfuerzo aferrarnos a ello y dejarnos llevar.
La rabia de las heridas no cicatrizadas, el dolor que causa ver que la otra persona sigue felizmente avanzando cuando tu no puedes ni moverte del mismo sitio, las manos a la cabeza y el grito que clama al cielo en forma de ¡Cómo coño puede seguir adelante como si no hubiera pasado nada!
Es la vida y la forma en la que la vives, es lo bien o mal que te adaptas, son las ganas de superar y pasar página, no hay más secretos.
El maravilloso aroma del chocolate envolvía la cocina creando un ambiente especial y relajado, a pesar de la negra noche que no cedía terreno.
Me gusta cocinar cuando de ordenar pensamientos se trata, me relaja crear, los aromas acaban siendo un gran bálsamo, mucho más eficaces que sentarse en un incómodo sillón de polipiel negro y acabar hablando de una infancia a la que no le pasa nada con cualquier desconocido que cobre una fortuna por horas y que te mire por encima de las gafas de pasta marrones, asintiendo de vez en cuando al que sorprendes lanzando miradas furtivas a una blusa con un botón de menos.
El tiempo siempre ha tenido las mejores respuestas para las preguntas más difíciles, siempre ha encontrado la solución para los problemas más capciosos, pero sobre todo, siempre te ha regalado el mejor enfoque posible.
Tal vez sea cuestión de dejarlo pasar de verdad, de tratar de no buscarnos más, de aceptar que el libro llegó a su última página y que por más que rebusquemos, no hay segunda parte, tratar de entender que no todos los finales son justos y mucho menos necesarios, sonreír porque a pesar de todo, el tiempo que pasamos, con sus luces y sus sombras fue todo nuestro, y en aquel extraño baile sólo nosotros supimos entender que sentíamos y porqué.
El brownie sube esponjoso y apetecible, una tibia masa que se adapta a un frio molde, pensándolo así, qué importante es tener un buen continente para llegar a ser lo que necesitas ser.
Unos fuertes brazos me abrazan mientras unos suaves labios me susurran un dulce vuelve a la cama, le miro y sonrío, soy una mujer afortunada, él me quiere tal y como soy, sin intentar cambiar nada de mi, aceptando mis manías y sonriendo siempre ante las mismas, alegrándose por las cosas buenas que van sucediendo y cogiendo mi mano cuando paseamos.
Con él he podido tener grandes, sinceras y profundas conversaciones, algunas un tanto desgarradoras y duras, pues no todo ha sido un campo de rosas. Nunca ha prometido hacer, seguir o estar, pero su mirada me lo ha dicho siempre todo, a su lado hay amor, ternura y seguridad, no podría haber pedido otros tres mejores deseos.
Compruebo que el bizcocho está listo sin soltarme de su abrazo, avanzamos por la cocina como si fuésemos un solo ser, no dice nada, no digo nada, pero el silencio nos une de una manera espectacular.
-Listo, exclamo.
-Deberías dormir más, me dice mientras acaricia mi cara.
-Lo sé, le digo en una gran sonrisa para que no me regañe.
-Vamos, dice al mismo tiempo que me coge en brazos, volvamos a la cama.
Me siento mejor, el sueño vuelve para quedarse y la paz de su lenta y acompasada respiración me relaja hasta el punto de cerrar los ojos por el peso de los mismos, se acerca un sueño dulce, lo noto, veo como una bonita historia adquiere una dimensión real, como en un decorado, como en un teatro, hay flores a los lados, un cielo azul salpicado de nubes blancas, unos rayos de sol blancos y muy luminosos, todo huele a gardenias y nardos, y el suave tacto de una piel que te ama, te envuelve y acomoda durante todo el tiempo.
Y respirar.
Instintivamente cogí una taza y me dispuse a llenarla con un poco de café, pensé que sería genial preparar algún pastel, así que saqué huevos, mantequilla, azúcar, harina, y chocolate fondant. ¡Brownie!
Mientras iba removiendo e incorporando ingredientes, pensaba en la extraña conversación que habíamos mantenido, en lo dificultoso de la misma, y en lo triste del no poderse entender, nada me parece más frustrante que no poder comunicarse con una persona, es y con diferencia lo peor.
Puedes estar de acuerdo o no.
Puedes demostrar interés o no.
Puedes disfrutar o no.
Puedes hablar o escuchar.
Pero si no puedes llegar a comunicar, nada puede llegar a puerto, ni siquiera nosotros que siempre acabábamos encontrando algo que viajara más a la deriva que nuestros corazones y lograr con más o menos esfuerzo aferrarnos a ello y dejarnos llevar.
La rabia de las heridas no cicatrizadas, el dolor que causa ver que la otra persona sigue felizmente avanzando cuando tu no puedes ni moverte del mismo sitio, las manos a la cabeza y el grito que clama al cielo en forma de ¡Cómo coño puede seguir adelante como si no hubiera pasado nada!
Es la vida y la forma en la que la vives, es lo bien o mal que te adaptas, son las ganas de superar y pasar página, no hay más secretos.
El maravilloso aroma del chocolate envolvía la cocina creando un ambiente especial y relajado, a pesar de la negra noche que no cedía terreno.
Me gusta cocinar cuando de ordenar pensamientos se trata, me relaja crear, los aromas acaban siendo un gran bálsamo, mucho más eficaces que sentarse en un incómodo sillón de polipiel negro y acabar hablando de una infancia a la que no le pasa nada con cualquier desconocido que cobre una fortuna por horas y que te mire por encima de las gafas de pasta marrones, asintiendo de vez en cuando al que sorprendes lanzando miradas furtivas a una blusa con un botón de menos.
El tiempo siempre ha tenido las mejores respuestas para las preguntas más difíciles, siempre ha encontrado la solución para los problemas más capciosos, pero sobre todo, siempre te ha regalado el mejor enfoque posible.
Tal vez sea cuestión de dejarlo pasar de verdad, de tratar de no buscarnos más, de aceptar que el libro llegó a su última página y que por más que rebusquemos, no hay segunda parte, tratar de entender que no todos los finales son justos y mucho menos necesarios, sonreír porque a pesar de todo, el tiempo que pasamos, con sus luces y sus sombras fue todo nuestro, y en aquel extraño baile sólo nosotros supimos entender que sentíamos y porqué.
El brownie sube esponjoso y apetecible, una tibia masa que se adapta a un frio molde, pensándolo así, qué importante es tener un buen continente para llegar a ser lo que necesitas ser.
Unos fuertes brazos me abrazan mientras unos suaves labios me susurran un dulce vuelve a la cama, le miro y sonrío, soy una mujer afortunada, él me quiere tal y como soy, sin intentar cambiar nada de mi, aceptando mis manías y sonriendo siempre ante las mismas, alegrándose por las cosas buenas que van sucediendo y cogiendo mi mano cuando paseamos.
Con él he podido tener grandes, sinceras y profundas conversaciones, algunas un tanto desgarradoras y duras, pues no todo ha sido un campo de rosas. Nunca ha prometido hacer, seguir o estar, pero su mirada me lo ha dicho siempre todo, a su lado hay amor, ternura y seguridad, no podría haber pedido otros tres mejores deseos.
Compruebo que el bizcocho está listo sin soltarme de su abrazo, avanzamos por la cocina como si fuésemos un solo ser, no dice nada, no digo nada, pero el silencio nos une de una manera espectacular.
-Listo, exclamo.
-Deberías dormir más, me dice mientras acaricia mi cara.
-Lo sé, le digo en una gran sonrisa para que no me regañe.
-Vamos, dice al mismo tiempo que me coge en brazos, volvamos a la cama.
Me siento mejor, el sueño vuelve para quedarse y la paz de su lenta y acompasada respiración me relaja hasta el punto de cerrar los ojos por el peso de los mismos, se acerca un sueño dulce, lo noto, veo como una bonita historia adquiere una dimensión real, como en un decorado, como en un teatro, hay flores a los lados, un cielo azul salpicado de nubes blancas, unos rayos de sol blancos y muy luminosos, todo huele a gardenias y nardos, y el suave tacto de una piel que te ama, te envuelve y acomoda durante todo el tiempo.
Y respirar.
Estupendo como siempre
ResponderEliminarGracias por estar ahí!
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