NO SOY YO, ERES TÚ.

 La calma de las últimas horas había desaparecido desde que las letras no mecían su sueño, antes imperturbable, ahora inmensamente frágil.
Un eterno desvelo desde que la lluvia no se reflejaba en la ventana, desde que el vino no servía para celebrar si no para olvidar.
A ella le tocó esa vida, se vistió de amargura, y la luna dejó de ser su amiga.

El dolor de las sonrisas fingidas, del decir sin querer hablar, de lo que se espera cuando nada queda para dar y mientras tanto, una noche que se apura por llegar con la intención de cubrir los errores con el poderoso manto violáceo, ella, su única aliada en esos duros momentos, cuando la elección te encuentra antes que el valor. 

No quedaba nada a lo que aferrarse, nada por lo que seguir luchando, todo estaba herido de muerte, mil estocadas acertadas, un triste final en donde el corazón osado y la inocente pluma jamás hallaron ningún tipo de equilibrio.

Le asustaba abandonar el camino conocido, ni siquiera se daba cuenta del daño que este le hacía, se había acostumbrado al dolor como el que se acomoda en el fracaso, era cuestión de empezar a andar, de alejarse de todo aquello, agradecer cada cosa vivida y separar las manos.

Hay amores que se convierten en arena entre los dedos con el paso del tiempo, el suyo lo fue, aunque quisiera desafiar leyes y certezas, el suyo lo fue, aunque sus dedos sangraran intentando salvar, hasta el último grano de la maldita arena dorada por un sol que les abandonó, sumiéndoles en una perpetua condena negra, como todo lo que muere antes de nacer.

Remolinos salvajes de pensamientos contradictorios teñidos de dudas y esperanzas, un corazón que se ahoga sin saber muy bien qué decir, y unos pies que solo desean huir, el recuerdo de cientos de abrazos que eran todo el hogar que conocía, de mis dudas soy la dueña, que nadie me quite eso.


El destino marcaba siempre el paso siguiente, era cuestión de tiempo y fe.
La primavera llegaría, el aire volvería a despeinar pálidas y polvorientas cortinas, las gaviotas poblarían las mañanas de tibias playas perezosas anunciando así, una nueva oportunidad, una batalla vencida, otro invierno vivido.
Y la luz, nuestra mágica y perfecta luz mediterránea regalando sus guiños plateados, recordando que seguir los sueños es el único camino posible para encontrarlos.









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