La vida es bella

Me gusta escribir en mi cocina, la luz es generosa, la vista siempre se ve regalada con alguna nube más característica que otra, algún tono grisáceo llama siempre mi atención, los estorninos suelen ser buenos cómplices del momento, me gusta observarlos, ver que a pesar de dar la impresión de estar perdidos o planear sin rumbo fijo, saben bien a donde van y que tienen que hacer.
A menudo me distraigo, y eso es bueno.
Porque aunque suene raro, cuanto más me distraigo mejor me concentro, ya me pasaba de pequeña y en el cole, estoy convencida de que mis queridos profesores debían pensar que nada bueno saldría de esa niña que se pasaba las horas mirando por la ventana.
He puesto agua a calentar en mi súper tetera nueva, me hace ilusión estrenarla y sentirme invadida por el espíritu sajón, soy más de café, ya lo sabéis, pero con tantas variedades y tantas múltiples propiedades que le atribuyen no diré que no, todo sea por la longevidad.


Y pienso en el regalo que es la vida en si, en que todo lo que eres lo debes en buena parte a la gente que te rodea, tanto si te gusta, como si no. Aprendes educación y valores de tu familia, aprendes a sociabilizarte, a pensar, a cuestionar y a valorar en el colegio (Yo tuve mucha suerte de ir a un gran colegio, formado por unos profesores maravillosos y dirigido por una entrañable persona) y aprendes a saber quien eres cuando te quedas solo en tu habitación y piensas que te hace feliz.



Y con los años, y gracias a las personas que se cruzan en tu vida, porque aunque no lo veamos, todas dejan su granito de arena, te das más cuenta del inmenso regalo que supone vivir.
Porque contribuyes a que la vida continúe.
Porque cambias a personas.
Porque otras personas te cambian a ti.
Porque existe el efecto mariposa.
Porque cuando ves cambios sonríes.
Porque entiendes más y mucho mejor.
Porque te enfadas menos.
Porque las lágrimas tienen un valor distinto.
Porque entiendes que estás de paso.
Porque sabiendo que lo estás no te tomas las cosas tan en serio.
Porque aprendes a perdonar de verdad.
Porque cuando lo haces te sientes libre.
Porque la libertad es un regalo.
Porque los regalos no son lo que a uno le sobra.
Porque lo que sobra es dar limosna.


Me quedo observando a una preciosa orquídea que tengo desde hace años, es sumamente extraña y caprichosa, no sigue ningún patrón, ni calendario ni estación, lo único que he aprendido de ella ha sido que tiene su lugar preferido en la casa, que bebe solo cuando le apetece, con ella eso de riégala una vez a la semana no funciona, y que florece cuando menos te lo esperas, y cuando lo hace, te das cuenta de lo poderosa que es la naturaleza.
Creo que me identifico con ella, si, estoy casi convencida de que tenemos mucho en común, ya que a ninguna de las dos le gustan los agobios, los "porque toca" o "porque lo digo yo" y no somos nada previsibles. Eso si, cuando damos, damos siempre lo mejor de nosotras mismas.


La tetera silba como un tren llegando a su destino, me gusta el efecto que produce, me calma, me hace sonreír de forma inexplicable.
No se cuantos años viviré, no se que haré o que dejaré de hacer, tampoco tengo demasiadas cosas planeadas, y los objetivos, con los años se han convertido en libros que forman parte de una colección a la que quito el polvo una vez a la semana. Están ahí y no me olvido de ellos, pero me niego a que dominen o controlen.
No siempre pasan cosas bonitas, a veces incluso suceden cosas que te hacen cuestionarte todos los principios habidos y por haber, pero en el fondo, en los días más grises y oscuros, siempre encuentro dentro de mi, mil motivos para levantarme y seguir, porque para mi, la vida aparte de ser una gran oportunidad y el mejor colegio, es la cosa más bella.





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