El balcón

De piedra gris, con barrotes oxidados por el paso del tiempo que íbamos pintando todos los años con la llegada del buen tiempo, un par de geranios rojos en los extremos y una persiana de madera verde. Ese fue el balcón que me cobijaba cada verano, en el que pasaba horas sentada viendo a las vecinas entrar y salir con las barras de pan o las gaseosas cuyo envase siempre se devolvía.
Desde ese balcón era testigo de la vida que una calle puede contener, de su ritmo, de su calma, de su bullicio, de su silencio. Cómplice de las peleas entre enamorados que se producían, siempre las observaba fascinada por la intensidad de las mismas, algunas veces tenía hasta miedo de lo real que aquello era, con el tiempo, con los años, con las que yo viví, me di cuenta de que aquello era de lo más normal, quien no ha discutido en la calle mientras el chico va tras de ti diciéndote lo equivocada que estás. Pues eso.

Recuerdo que uno de los regalos que más me marcó fue un pequeño radiocasete rojo de doble pletina, aquello era lo máximo en las tardes estivales, lo apoyaba en un lateral y ponía a Madonna y su "True Blue" sin parar, luego llegó Rick Astley y luego la banda sonora de "Dirty Dancing", hasta mi abuela se lo aprendió de memoria, que barbaridad, no podía dejar de darle al play.
Los vecinos y sus siestas no estaban muy contentos con él pero uno debe vivir intensamente, le pese a quien le pese.
Y libros, muchos, muchos libros, aquel balcón fue sin quererlo escenario de cientos de historias que bajo el se producían, me daba una rabia inmensa que oscureciese pues solía coincidir con el desenlace de una trama crucial, así que me tocaba acabarlo con la ayuda de una linterna, y eso fastidiaba mucho.

Desde ese balcón veíamos llegar a mis padres una vez a la semana, solían subir los domingos a comer con nosotras, siempre que el trabajo de mi padre se lo permitiera claro, y nosotras que calculábamos la hora porque siempre nos llamaban cuando salían (recordemos que no habían móviles, ni whatsapp, ni GPS, y algunas cosas eran mucho mejores) y permanecíamos escondidas para gritarles como unas locas _ Nos habéis comprado los tebeos???.

Desde ese balcón veía al que creía sería el amor de mi vida entrar y salir de la casa de su abuela en la que el también pasaba los veranos, y que grande era eso.
Cuantos momentos.
Cuantas lágrimas.
Cuanta inocencia.
Cuanta ternura.
Cuan intenso todo.
Recuerdo la primera vez que le vi llegar con una chica que no era yo, casi me muero, casi salto de ese balcón, que tragedia, no podía dejar de llorar, aquel día sufrí mi primer desamor, recuerdo bajar las escaleras corriendo y gritarle a mi abuela _ No me quiere!!!, mi abuela se echó a reír y me dijo, tienes 12 años hija, y este es solo uno de los primeros grandes fracasos de tu vida, a continuación me preparó un Cola-Cao fresquito y me dio cien pesetas para que me comprara un tebeo.

A partir de ese momento ese balcón se convirtió en una trinchera y yo en una experta en el  arte del camuflaje y espionaje, llegué a saber todas las idas y venidas de la parejita, pero maldita sea, nunca se pelearon dándome esa satisfacción, no acabaron juntos, claro, se veía venir ;)

Siempre miro hacia arriba cuando llego a la casa de mi abuela, sigue en el mismo sitio, un poco más deteriorado, pero claro, los años pasan para todos, yo tampoco debo estar igual, pero una cosa es segura, los años pasaron felices entre ese balcón y yo.






 
 


Comentarios

  1. Recordo de menudet esperar la primavera en impaciència per sortir als balcons de casa, la persiana tirada per fora i jo al terra jugant en el Exin-Block o en algún fuerte del oest amb els indis, de tant en tant algún sortia volant cap al c/ Major.... Eren altres temps, em sento nostàlgic.

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