Algunos viernes
De los viernes me gusta todo.
Me gusta la palabra.
Me gusta el efecto que produce.
Me gusta el paseo por el mercado.
Me gusta la cena en silencio.
Me gusta el vino que se bebe despacio.
Me gusta cerrar los ojos.
Me gusta ser mejor que ayer.
Me gusta escuchar.
No todos los viernes son iguales, aunque en esencia trate de hacer las mismas cosas, hay miles de vinos, cientos de platos por preparar, velas que huelen distinto, y muchas conversaciones nuevas.
Me gusta coger la bici y llenar mi cesta de flores.
Me gusta sentarme en el puerto y mojarme los pies en el agua.
Me gusta llevar un libro.
Me gusta hacer muchas fotos del atardecer.
Me gusta el olor a sal.
Me gusta observar a las gaviotas.
No todos los viernes son iguales, a veces algunos vienen cargados de melancolía, de tardes grises en mitad de una nebulosa ocre y dorada, de lluvia que no cae, de cielos teñidos de un púrpura que duele. De lo que falta, de lo que no se quiere perder.
Me gusta recogerme el pelo y frotarme el cuello.
Me gusta llenar una bañera y apagar la luz.
Me gusta que no suene el teléfono.
Me gusta ponerme mi viejo kimono.
Me gusta la seguridad que me regalo día a día.
Me gusta la sonrisa que asoma tímida.
Me gusta sorprenderme a mi misma y bailar aunque no haya música.
No todos los viernes son iguales, algunos se empiezan con fuerza, se siguen con determinación y se acaban con orgullo.
El placer de seguir, los abrazos llenos, el café caliente, el pan crujiente, las sabanas nuevas, el libro esperado, y la energía de la gente buena meciéndote bajo el viejo olivo.
Algunos viernes son simplemente perfectos.
Me gusta la palabra.
Me gusta el efecto que produce.
Me gusta el paseo por el mercado.
Me gusta la cena en silencio.
Me gusta el vino que se bebe despacio.
Me gusta cerrar los ojos.
Me gusta ser mejor que ayer.
Me gusta escuchar.
No todos los viernes son iguales, aunque en esencia trate de hacer las mismas cosas, hay miles de vinos, cientos de platos por preparar, velas que huelen distinto, y muchas conversaciones nuevas.
Me gusta coger la bici y llenar mi cesta de flores.
Me gusta sentarme en el puerto y mojarme los pies en el agua.
Me gusta llevar un libro.
Me gusta hacer muchas fotos del atardecer.
Me gusta el olor a sal.
Me gusta observar a las gaviotas.
No todos los viernes son iguales, a veces algunos vienen cargados de melancolía, de tardes grises en mitad de una nebulosa ocre y dorada, de lluvia que no cae, de cielos teñidos de un púrpura que duele. De lo que falta, de lo que no se quiere perder.
Me gusta recogerme el pelo y frotarme el cuello.
Me gusta llenar una bañera y apagar la luz.
Me gusta que no suene el teléfono.
Me gusta ponerme mi viejo kimono.
Me gusta la seguridad que me regalo día a día.
Me gusta la sonrisa que asoma tímida.
Me gusta sorprenderme a mi misma y bailar aunque no haya música.
No todos los viernes son iguales, algunos se empiezan con fuerza, se siguen con determinación y se acaban con orgullo.
El placer de seguir, los abrazos llenos, el café caliente, el pan crujiente, las sabanas nuevas, el libro esperado, y la energía de la gente buena meciéndote bajo el viejo olivo.
Algunos viernes son simplemente perfectos.
Y brindo por ello, y que pueda verlo :) .... chin!
ResponderEliminarLindo, buenas vibraciones, siempre me encanta lo que escribes.Saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias Míriam, no dejes de asomarte.
EliminarUn abrazo.