La sombra de la palmera
Escaparse en busca de verde y trinos es un método infalible contra las penas y el mal humor, a mi al menos me funciona bastante bien. Llegar a ese remanso de paz y sentir que dejas un poco atrás los problemas, que el dolor está pero no ocupa tanto espacio.
Me gusta pasar el día entre árboles espesos y palmeras gigantescas, salir a buscar la cena al huerto de atrás, ir recolectando una a una las judías verdes, elegir los tomates para la ensalada mientras te los llevas a la nariz y aspiras ese aroma que te devuelve rápidamente a la niñez.
La sombra de la palmera.
La hamaca que se mece sola.
La gallina que persigue al conejo.
El grifo que se escapa gota a gota.
El libro que se lee deprisa.
El aroma de madera y café.
Pincharme con cada una de las rosas que voy cortando, maldecirlas mil veces pero no dejar de admirarlas, una paradoja del amor, o aprendes a amar la espina o no aceptes rosas, al menos eso dice Arjona, y yo soy muy fan de algunas de sus letras, que tipo más grande, pero que mala suerte tiene en el amor, de ahí sus canciones (supongo).
El amor en el campo se ve distinto, la quietud de los árboles invita a la reflexión, siempre tan necesaria y siempre tan evadida, las ramas te acogen conciliadoras, te invitan a sentarte debajo y te dejan llorar, el viento indulgente te seca las lágrimas y consigue que te estremezcas por algo distinto, por algo que nada tiene que ver con el dolor.
Las flores, formando parte de un precioso escenario que está ahí para ti, para que sonrías por la belleza que te rodea, para que te sientas viva y bien acompañada.
Es un oasis, un lugar en dónde el mundo se detiene, en dónde lo importante no es llegar a tiempo, sino estar.
Me gusta ver el atardecer subida a un árbol.
Me gusta otear el horizonte y sonreír.
Me gusta descifrar los colores que componen el momento.
Me gusta pensar que la naturaleza es lo más hermoso.
Me gusta imaginarte a mi lado.
Me gusta recordar lo mucho que a ti te gustan las puestas de sol, y la de decenas de fotos que me has llegado a hacer, me gusta también reírme mientras recuerdo que nunca me gusta como salgo, y que tu me dices siempre que es cosa mía.
Me gusta regresar sin prisas y no decir nada durante el trayecto.
Me gusta mirar por la ventanilla y sentir la felicidad.
Al llegar a casa todo sigue igual, la ausencia, el vacío, el contestador que anuncia varios mensajes sin escuchar, la cafetera que me olvidé apagar, las cartas encima de la mesa que no llegué a abrir, la media manzana oxidada, el periódico abierto por ese articulo que necesité releer varias veces para poder entender, y esa vieja fotografía.
De nosotros.
De lo que somos y no nos decimos.
De la vida.
De lo fácil que resulta y lo difícil que lo hacemos.
De la risa tonta de aquel momento.
Pienso en ti mientras alguna canción trampa te echa un cable, mientras un estribillo habla casi igual que tu, en la canción suena sincero, casi te lo puedes llegar a creer, pienso que es una lástima que no sepas cantar y que yo tenga dos pies izquierdos.
Con movimientos lentos y armónicos corto algunos tomates, su aroma me envuelve de nuevo proporcionándome un dulce bienestar, tras la ventana se apretujan un puñado de estrellas pequeñitas, parece que todas se preparen para caber en la foto, y la luna, serena y redonda reinando poderosamente una noche tan preciosa como perfecta.
Me gusta pasar el día entre árboles espesos y palmeras gigantescas, salir a buscar la cena al huerto de atrás, ir recolectando una a una las judías verdes, elegir los tomates para la ensalada mientras te los llevas a la nariz y aspiras ese aroma que te devuelve rápidamente a la niñez.
La sombra de la palmera.
La hamaca que se mece sola.
La gallina que persigue al conejo.
El grifo que se escapa gota a gota.
El libro que se lee deprisa.
El aroma de madera y café.
Pincharme con cada una de las rosas que voy cortando, maldecirlas mil veces pero no dejar de admirarlas, una paradoja del amor, o aprendes a amar la espina o no aceptes rosas, al menos eso dice Arjona, y yo soy muy fan de algunas de sus letras, que tipo más grande, pero que mala suerte tiene en el amor, de ahí sus canciones (supongo).
El amor en el campo se ve distinto, la quietud de los árboles invita a la reflexión, siempre tan necesaria y siempre tan evadida, las ramas te acogen conciliadoras, te invitan a sentarte debajo y te dejan llorar, el viento indulgente te seca las lágrimas y consigue que te estremezcas por algo distinto, por algo que nada tiene que ver con el dolor.
Las flores, formando parte de un precioso escenario que está ahí para ti, para que sonrías por la belleza que te rodea, para que te sientas viva y bien acompañada.
Es un oasis, un lugar en dónde el mundo se detiene, en dónde lo importante no es llegar a tiempo, sino estar.
Me gusta ver el atardecer subida a un árbol.
Me gusta otear el horizonte y sonreír.
Me gusta descifrar los colores que componen el momento.
Me gusta pensar que la naturaleza es lo más hermoso.
Me gusta imaginarte a mi lado.
Me gusta recordar lo mucho que a ti te gustan las puestas de sol, y la de decenas de fotos que me has llegado a hacer, me gusta también reírme mientras recuerdo que nunca me gusta como salgo, y que tu me dices siempre que es cosa mía.
Me gusta regresar sin prisas y no decir nada durante el trayecto.
Me gusta mirar por la ventanilla y sentir la felicidad.
Al llegar a casa todo sigue igual, la ausencia, el vacío, el contestador que anuncia varios mensajes sin escuchar, la cafetera que me olvidé apagar, las cartas encima de la mesa que no llegué a abrir, la media manzana oxidada, el periódico abierto por ese articulo que necesité releer varias veces para poder entender, y esa vieja fotografía.
De nosotros.
De lo que somos y no nos decimos.
De la vida.
De lo fácil que resulta y lo difícil que lo hacemos.
De la risa tonta de aquel momento.
Pienso en ti mientras alguna canción trampa te echa un cable, mientras un estribillo habla casi igual que tu, en la canción suena sincero, casi te lo puedes llegar a creer, pienso que es una lástima que no sepas cantar y que yo tenga dos pies izquierdos.
Con movimientos lentos y armónicos corto algunos tomates, su aroma me envuelve de nuevo proporcionándome un dulce bienestar, tras la ventana se apretujan un puñado de estrellas pequeñitas, parece que todas se preparen para caber en la foto, y la luna, serena y redonda reinando poderosamente una noche tan preciosa como perfecta.
:) me gusta tu blog! en facebook te encontre :)
ResponderEliminaren tu pagina puse una carita feliz
miguel angel
Muchas gracias, me alegra infinitamente!
Eliminarlo de Arjona no tiene remedio, es un bohemio desmesurado, un tocado por el espíritu de la musa, y tu a veces me recuerdas a el... la misma intensidad filosófica de los pequeños momentos, y las grandes decisiones...
ResponderEliminarpor eso, cada día estoy más orgulloso de ti Angie :)
Es un tipo enorme! Ya quisiera yo tener ese arte jajaja
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