Las paredes desnudas

Siempre encontraba mil excusas para no entrar en ese apartamento, siempre habían cientos de cosas que me hacían desistir de intentarlo, fechas que no me iban bien, situaciones caóticas que no ayudaban a la hora de coger un billete, y sobre todo mucho miedo.
Miedo de entrar en un hogar que ahora sólo era un conjunto de paredes.
Miedo de verte en cada rincón.
Miedo de derrumbarme.
Miedo de asustar al pobre Bertrand.



No tienes ni idea de lo mucho que te echo de menos, por tu culpa ya no veo la ciudad como antes, ahora lloro sobre cada adoquín y la gente me mira como diciendo, claaaaaro, está en la ciudad del amor, y debe estar enamorada hasta las trancas. Pas du tout.
Nosotros nunca la recorrimos como enamorados y seguramente nos perdimos muchas cosas de esas tan cursis que dicen todos, pero la vivimos intensamente, riendo a lo largo del Sena, cruzando la "Rive Gauche" sólo para dejarme la suela de los "Manolos" en busca de una tienda que nunca llegamos a encontrar, y que me dices de aquel pintor que te cautivó y  al que querías contratar para el nuevo proyecto, la de tardes que nos pasamos buscándole en Montmartre, nunca le encontramos pero nos dejamos el sueldo en cuadros.




Recuerdo cada vuelta a casa, yo  generalmente con los zapatos en la mano y tu con el número de Bertrand en la pantalla,  decidiendo si pulsabas el botón verde o le dabas al rojo seguro y nada pasión. Recuerdo nuestro cruce de miradas, como yo levantaba los brazos en señal de "Decídete", al final, siempre ganaba el rojo.
Extraño las noches de vino en las que nos sentábamos uno frente a otro, arreglando nuestra parte de mundo, la que más hacíamos brillar hasta que nos sorprendía el amanecer, claro que éste llegaba con aroma de café recién hecho y ricos croissants.

Echo de menos tu voz.
Echo de menos lo protegida y querida que contigo me sentía.
Echo de menos nuestros choques homo-hetero.
Echo de menos pasear y reír por no saber si aquel chico guapo me había mirado a mí o a ti.
Echo de menos que me llames para gritar como un poseso "Nines tengo un vestido increíble!!".
Echo de menos todo lo que tiene que ver contigo.

Bertrand y yo nos hemos cogido fuerte de la mano al entrar, debo confesar que la casa huele a ti, a tu perfume, a tus mil potingues, al champú de nardos, y a la salsa de mostaza que tan bien te quedaba.
Hemos llorado los dos, sé que era previsible, supongo que lo esperabas, que quieres de un gay con piel atópica, y de una mujer hormonada y alterada por todo. Estaba más que claro que íbamos a llorar.
Es sorprendente como entra la luz, nunca hablamos de ello, y es realmente curioso que no lo hiciésemos, ya que éramos muy dados a fijarnos en como cambiaban las cosas bajo su poderoso efecto. Supongo que juntos brillábamos tanto que nunca reparamos en ello.
La  casa parece más grande y alta, no paro de mirar hacia arriba para recalcular la dimensión, o tal vez para ver si apareces como el Ángelus, esto último me asustaría un poquito, pero me ayudaría a aumentar mi escasa fe de los últimos tiempos (supongo).
Deslizo los dedos por las paredes mientras voy recorriendo la casa despacio y en silencio, cierro los ojos al entrar en cada estancia porque quiero que el primer contacto no sea visual, porque necesito evocarte y verte de forma real, sonrío, te recuerdo en cada lugar, siempre tan contento, sin dejar de hablar, proponiendo mil cosas, hablándome  mientras te arreglabas el pelo o cuando saltabas como un loco en busca de la cámara a la orden de "Nines si se te ocurra moverte, es sublime ese gesto".


El paseo por el barrio nos acabó de sumir en una firme tristeza, de esas que llegan para quedarse hasta que las ahogas en lágrimas o en alcohol.
Hay gente que nos sigue preguntando por ti, algunos creen que estás malgastando tu vida entre aviones y reuniones. Otros atribuyen tu ausencia a alguna crisis matrimonial  con Bertrand, el pobre palidece de pena al  pensarlo.

La ciudad está hermosa, tan llena de vida como de costumbre, la gente inunda las calles como una gran marea floral,  el aire huele a gardenias y mantequilla, las risas doblan las esquinas de los cafés, las palabras rotundas flotan sobre un cielo azul de algodón, los besos sujetos a cada farola, y las promesas de amor poniendo el lazo rojo en cada estación de metro.
Brindamos por ti.
Brindamos por el nuevo proyecto de Bertrand.
Brindamos por mi vida bella.
Brindamos por París.
Brindamos por todo lo que aun nos queda.
Brindamos porque sabemos que tú estás con nosotros.

Decido regresar dando un paseo, me apetece estar sola en casa, necesito llorar contigo, hablarte de muchas cosas, sentarme en la pared del salón, contemplar el amplio ventanal y observar el bullicio de una ciudad que también te echa de menos, secar mis lágrimas apoyada en la barandilla del balcón y escuchar una voz serena y dulce que me pregunta dónde quiero ir a cenar.









Comentarios

  1. no se que me gusta más: tu solvente y prolija redacción o que hayas puesto a Francis Cabrel para terminar el post. Mi compañera cotidiana, mi compañera cercana, mi compañera amiga, que mil dioses te bendigan y sigas con la misma ilusión de siempre, no pares :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No podía acabarlo con nadie más ;)
      Un abrazo de oso polar Sr. Llumiquinga.
      Gracias por estar siempre a mi vera.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares