El otro lado de la calle

Definirla no era sencillo, no habían palabras que pudiesen dibujar sus rasgos, sus manías, sus virtudes, no habían inventado las letras que podían hablar de sus ojos.
En ocasiones necesitas tres palabras para que alguien se haga una idea de como es otra persona, a veces cuatro, y si la persona lo vale incluso seis, con ella era imposible, todas las palabras se ahogaban en la mediocridad, bocetos difuminados a la sombra de una frase incierta, una voz repetida, un suspiro que se graba para siempre, una sonrisa breve, un dardo en la diana, un asentimiento, un dulce despertar.
Ella, con toda su luz interior, ella, capaz de derretir el corazón más congelado, ella, sacando lo mejor de todos, por ella, siendo un poco más buenos, superando y avanzado, siendo mejores de lo que jamás fuimos.
Nada es eterno.
Nada dura tanto como un sueño.
Nada suple la ausencia de pasos por un pasillo.
Nada si ella no está.

La cara oculta de la luna fue sin duda el deseo que crecía y engullía todo a su paso, un deseo que iba absorbiendo todos los defectos que me poblaban, los celos de todos aquellos que la miraban, la rabia del que se atrevía a querer tocarla, mi alma fue convirtiéndose en un enorme agujero negro del que solo ella tenía la llave, nunca me la dio.
Ella fue la gran lección de mi vida, la bofetada con guante, la sonrisa que mata, el roce de sus dedos en mi espalda, el gran escalofrío, los ojos encendidos, las manos que la abrazaban demasiado fuerte, y el miedo, el enorme miedo a perderla.
Se fue una noche, se fue despacio, se fue segura, se fue descalza, pero se fue.


Mis manos levantadas clamando justicia a un cielo que no me devolvía la rabia, ni siquiera pudo llover, ni una sola gota se estrelló en mi frente ardiente, ni una sola gota me rozó la piel.
Ella, el amor que se tatuó en mi cara.
Ella, el peón que se convirtió en la mejor reina.
Ella, la mujer que me enseñó a perder para poder amar.

A veces me despierto en mitad de la noche alterado por alguna pesadilla que se ceba con mi frágil sueño, el pecho empapado, los pulmones cansados de robarle aire a la injusta  noche, el vacío que me envuelve, la mano que se extiende y regresa sin nada, ella.
A veces sueño que duerme a mi lado, a veces huelo su perfume, a veces os juro que ella ocupa el lado de la cama que sigue llorando su ausencia.
A veces vuelvo a estar completo.
A veces siento el calor de su cintura entre mis manos.
A veces pienso que jamás me lo perdonaré.


El día llega tras una noche larga, apenas me concentro en los primeros pasos sobre el frío suelo, llego a la cocina dispuesto a llenarme de café, no queda, el bote vacío para no desentonar con mi alma, momento de espabilarse y salir a unas grises calles, me siento en la vieja mesa de madera del viejo bar de siempre, los periódicos de la mañana  esparcidos como cartas de una partida que no me apetece iniciar, bostezos merecidos, y el sonido de una cucharilla que remueve la energía que yo no tengo dentro de mi taza, de repente unos ojos al otro lado, una mujer hermosa aguardando al otro lado de la calle.
Me pregunto si eres consciente de que estás más bella que nunca, me pregunto si sabes que al otro lado hay un tipo que acaba de sufrir un infarto al verte, me pregunto si correr hacia ti o seguir respirando.
Llegó tu taxi, te subiste a él ajena a todo el sufrimiento que salía desde el bar de enfrente, fueron segundos, sólo fueron segundos pero mi corazón sintió el brote verde, sintió la esperanza y la enorme ola de calor.

 





Comentarios

  1. Corazón que no late corazón que muere....pienso en lo que vivió y sintió...su vida llena, rebosante...su caos permanente...bendito caos...benditos amores locos, los que te desgarran y desangran...porque estás VIVO

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    1. No puedo estar más de acuerdo con eso, el dolor que te recuerda lo mucho que allí hubo, no hay batallas perdidas, sólo mala memoria para recordar todo lo ganado. Feliz miércoles!

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