Evolución

Una de las diferencias que marcan el haber acabado bien con un amor, es que en el primer caso, siempre nos felicitamos los cumpleaños, nos alegramos mucho al vernos, se nos descongelan los helados mientras nos ponemos al día y cuando nos reunimos alrededor de una mesa es siempre una alegría sincera.
Cuando acabas no tan bien, te bloqueas en whatsapp, bloqueas las llamadas, los correos, tiras todas las fotos, te pulverizas con Relec por si osa volver a acercarse, y si te lo cruzas por la calle te dan el oro olímpico. Triste, pero real.

Hay personas que mejoran con los años, hay otras que no.
Hay personas que siempre estarán en tu corazón, hay otras que no.
Hay personas con las que siempre te puedes comunicar, hay otras que no.
Hay personas que te han querido, otras que no.
Hay personas que saben pasar página, otras que no.
Hay personas con las que sumaste, otras con las que sólo restaste.

En una de esas charlas telefónicas con amigos que duran más que la resaca sin ibuprofeno, sacamos este tema, y llegamos a la conclusión que hay personas que es mejor tenerlas lejos, que hay puertas que es mejor cerrar, que conviene recordar que la llave de paso del sufrimiento viaja siempre en nuestra mano, que no es necesario aguantar todos los desequilibrios de quien no se ha molestado en resetearse el cerebro, que la razón no es una pelota de set pero ayuda a ganar el partido de la cordura.
Que es absurdo todo intento de negociación en aras de la cordialidad y el buen corazón, que hay quien merece ser desterrado a Mordor.

El problema es del que no encuentra la solución.
La solución llega cuando todo deja de ser un problema.
Hay gente que es un problema con patas.
La solución a esto es que dejes de generar problemas.
Es un problema que todo lo veas negro.
No quedan soluciones para tanto problema.

Que la vida sigue, que las flores seguirán floreciendo, que las canciones de siempre nos aportarán plenitud y gloria a los momentos, que los pies seguirán haciendo el camino, que lo que no merece ser recordado desaparece como el rastro de una bengala, que no puedo dejar de pensar en el icono de la gamba rebozada de whatsapp, que no se ni porqué, que mi cerebro clama al cielo unas vacaciones y una de chipirones, que huelo la ausencia del despertador, que las tostadas sueñan con aceites de tierras lejanas, que estoy en un momento de mi vida que no se si comerme una palmera de chocolate o casarme, que todo es fantástico, que vivo feliz porque la batería de mi móvil vuelve a no durarme, porque eso significa que la uso contigo.
Que los vestidos  cuentan bellas historias, que los zapatos vuelven en mis manos, que nunca me acuesto sin desmaquillarme y cepillarme los dientes (sea la hora que sea) que si no puedo dormir me da por la jardinería, a veces también hago magdalenas, que hay una canción que no puedo dejar de escuchar, que me hace feliz, que me cambia el mal rollo de un momento feo, que sueño con noches de buenas charlas y mejores besos, que todo vuelve a tener color, dime que baile contigo, hazme reír, quítame una pestaña de la mejilla, guíñame un ojo y haz que me sonroje, cómprame palomitas de azúcar y dime que tienes entradas para la sesión de las diez, coge mi mano y entrelaza tus dedos con los míos, aprovecha la oscuridad para que se te pase la rojez de tus pálidas mejillas, siéntete importante y único, haz que yo me sienta viva.
Y ayúdame a olvidar lo que no merece ser recordado.