A esas horas

Seguridad, le dijo en aquella temprana y aun oscura mañana. Eso es lo que no tengo, y precisamente lo que más necesito, suspiró un tanto alterada.
Tras observarla detenidamente me di cuenta de que llevaba días sin dormir lo necesario para que esas ojeras azules desaparecieran, aprecié que no dejaba de mecerse el pelo y que constantemente se llevaba un dedo a la boca mordisqueando una uña que empezaba a estar demasiado corta.
Resolví que lo mejor sería irnos a dar un paseo por una orilla, y que se desahogara.

 
 
-No entiendo lo que pasa, no sé qué estoy haciendo mal ahora, suspiró con cierto dolor.
-¿Por qué crees que lo haces?, le pregunté extrañado.
-Es evidente, no consigo resolver el conflicto que tenemos entre la intención y el resultado.
-Pues deja de intentarlo, deja de preocuparte y sigue tu camino.
Seguimos paseando en silencio, de vez en cuando las olas rompían en nuestros tobillos, la calma reinaba sobre esas horas tempranas, y me fascinaba mirarla, ella mantenía una lucha cuerpo a cuerpo con viejos demonios, yo los hubiera matado a todos si ella me lo hubiera pedido. Su lenta respiración me indicaba que estaba más tranquila, pasé un brazo por detrás de su hombro y la atraje hacia mi.
Nos cruzamos con varias señoras que se levantan al alba para andar mucho, estoy seguro que es para poder hincharse después sin tanto remordimiento, si uno las observa con detenimiento ve en ellas el resumen de la España actual, todo se hace deprisa, estrategias de papel en un clima de viento constante, todo alejado de lo razonable y del remordimiento.
Llegamos hasta un café que acababa de abrir, nos sentamos y pedimos dos cafés con leche y unas tostadas, la miraba de reojo y pensaba que el corazón de una mujer puede llegar a ser un pozo muy muy profundo.

 
-Nunca he vivido como yo he querido realmente, me dijo serena.
-Eso puedes cambiarlo, ya sabes que nunca es tarde, le respondí.
-Me ha dominado el miedo y ahora, tras los años y las derrotas lo veo muy claro.
-Tú podrías gobernar el mundo, no conozco a ninguna persona más valiente y constante que tú.
-Tengo más de un talón de Aquiles, dijo sonriendo.
-Eres más perfecta así, le dije entre risas.

Pasamos el resto de la mañana divagando y tratando de arreglar la parte de mundo que nosotros habitábamos, nos aportamos todo lo necesario para tener largas pausas entre conversación y reflexión, reímos sobre lo absurdo de esas situaciones que te provocan vergüenza ajena tras haberlas realizado, de lo infantil de la timidez, de lo raro de las situaciones nuevas, de lo gratificante que resulta que alguien sepa como tomas el café, de saber interpretar una mirada, de conocer el límite de tolerancia e interpretar las señales luminosas que se encienden en la mirada de alguien.
La acompañé hasta su casa, ella bajó risueña del coche, me dio dos besos y sonrió de esa forma en la que el mundo se para y nadie sabe porqué.
Nunca me armaré de valor para decirle lo que siento.
Nunca seré capaz de arriesgarme a perderla.
Nunca seré el hombre que le rompe el corazón.
Yo, siempre seré el que ayude a unir pedazos rotos, el que pasee a horas intempestivas siempre que ella no pueda dormir, y tras muchos suspiros contenidos y mucho sabor amargo, me siento orgulloso de mi, porque a veces no tener a alguien en el modo que desearías, es tenerle para siempre.






Comentarios

  1. Genial , como siempre.saludos y encantada tu vuelta .

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    1. Hola Miriam, ya hace días que estamos por aquí, cortas esas vacaciones, contenta de leerte también, un beso grande.

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