Días raros

Aparecen como las setas, de la noche a la mañana y sin que sepas porqué, osados y atrevidos amenazan con fastidiar un día que tenía hace unas horas muy buen aspecto.
Días extraños en los que el mundo parece funcionar de forma distinta, donde la rutina de lo cotidiano y hasta cierto punto placentera, se vuelve salvaje e imprevisible.
Llamadas que lo alteran todo.
Mensajes que te obligan a fruncir el ceño.
Situaciones que superan  la realidad.
Silencios largos y prolongados.
Gente abducida.
Gente abducida a la que devuelven a la tierra por ser misión imposible.
Y caos, mucho, mucho caos.

Hay días en los que una piensa que está viviendo dentro de una película de ficción, una de esas de bombas y bomberos guapos, en las que tu vida corre peligro, la tarta se te quema, el perro trepa al árbol, se declara una alarma nacional, Rajoy en helicóptero (Sin la Aguirre de copiloto), tu madre diciéndote que cojas una chaqueta, tu padre preguntándote cuantas botellas de vino nos dejaran llevar, y tú pensando en que la historia con el bombero acabe a lo "Oficial y Caballero".
Hay días y días, claro.

No tengo la solución, pero si tengo mucho sentido del humor, y os aseguro que ayuda muchísimo, estoy convencida de que nuestras actitudes pueden superar a muchas de esas feas circunstancias, si encima nos podemos reír de muchas, pues mejor que mejor.
Y cositas que ayudan también tengo unas cuantas, a ver si alguna os sirve.

Las tres cosas que se aprecian, un vino, un libro y si ya hay una chimenea nos ha tocado la lotería.

Me encanta salir y fotografiarlo todo.

Cocinar, pasarme horas haciendo preparando de todo.

Rodearme de niños.

Hacer sesión de pelis que inviten a soñar.

Ir al cine.

Dormir como un oso.

Relajarse y darse caprichos de cremas y potingues.

Compartir besos y puesta de sol.

Música, música y música.

Pasarme la tarde entre vinos y charlas.

Darse un baño con muchas velas y espuma.