El globo

Me sorprende que a pesar del paso del  tiempo sigas albergando esperanzas. Que sigas pensando que todo se cura con el deshojar  del calendario, que pienses que las heridas desaparecen sin dejar cicatriz alguna, no, no es así, el tiempo te coloca en una posición distinta, en una torre muy alta en donde los errores se aprecian como montículos de tierra roja salpicados por alguna que otra piedra rocosa.
Dices que no quieres perderme del todo, y yo casi me caigo de la silla, perder es justo lo que siempre hiciste, dedicarte a perderme desde que me conociste, y ya lo de perder del todo me provoca risa, como si se pudiera tener a alguien a medias.
Sabía que esto pasaría, que cuando tu cerebro dejara de hervir verías la realidad, también sabía que te llevarías las manos a la cabeza, te lo dije.
También te dije en incontables ocasiones que dejaras de fastidiarla, no me hiciste caso, y el resultado fue una resta sencilla, tu por tu camino y yo por el mío.

 
Confieso que algunos días raros, pienso en ti, pienso en lo que hubiéramos podido ser, en si de verdad y a pesar de todo lo menos bueno, hubiésemos conseguido llegar a la orilla, y no lo veo claro, reconozco que no lo veo nada claro.
Por lo tanto alegrémonos, ha sido lo mejor para los dos, aunque tu lado victimista no te permita verlo con claridad, con la claridad del que no ha ganado nada, del que lo intentó con todo lo que pudo, con las herramientas que tenía, que tal  vez no eran las mejores, ni las más perfectas, tal vez tampoco eran las idóneas, pero si las únicas.
Pasado, del que se aprendió.
Pasado, del que no se repite.
Pasado, del que te alegras haber dejado atrás.
Pasado, sin presente ni futuro.
Pasado, del que ya nada queda.
Pasado, afortunadamente un tiempo verbal.

Mis días se llenan desde hace tiempo de luz y amor, de positivismo, de ganas y coraje, de sonrisas y aire fresco, de intentos, de calma y silencio, de buenos propósitos. No siempre me sale todo bien, algunas cosas se quedan en meros intentos, en peldaños que se rompen en mitad del ascenso, pero lo encajo bien, entiendo que esa escalera no era para mi y sigo mi camino, y no pasa nada, me siento bien porque lo he intentado, porque no dejo de perseguir mis sueños, porque son los míos y por los que merece la pena todo.


Confieso que sería estupendo poder charlar contigo, ya sabes, tomarnos un típico café en el que todo el mundo se alegra de lo bueno que le pasa al otro, pero no nos engañemos, tu y yo somos incapaces de hacer algo así, acabaríamos gritándonos en la cafetería, acabarías andando tras de mi reprochándome absurdeces que la parte oscura de tu cerebro no consigue asimilar.
Ojalá tu y yo fuésemos esas personas que se sientan con el tiempo y la lluvia tras unos ventanales altos con el marco de madera vieja, piden dos cafés y asienten con interés y admiración, ojalá lo fuésemos, ojalá las risas se colaran entre el primer y segundo café llenándonos de alegría el momento, recordándonos que lo importante no es haber perdido, sino haber sabido reconducir la situación.
No, no lo somos.


Me alegraría verte.
Me alegraría darte un abrazo.
Me alegraría escuchar tu voz.
Me alegraría reír contigo.
Me alegrarían muchas cosas que no diré.
Pero prefiero soltar toda esa alegría con todos sus motivos y razones y dejarlos ir como si de un globo que se pierde en una feria se tratara, como si la mano inocente de un niño se descuidara por unos segundos y el globo se escapara entre la multitud en busca de un cielo azul.
Así pues convierte tus esperanzas en un pequeño globo rojo, déjalas ir, y no culpes a nadie, el globo solo es un globo con una naturaleza que lo hace frágil, breve, inseguro, pero con una misión clara, elevarse siempre y seguir oteando cielos, a pesar de las nubes grises, a pesar de los vientos salvajes y los rayos que abrasan, a pesar de ti, a pesar de mi.



















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