Entre la luz y la sombra

La noche era menos cálida que las anteriores, la brisa movía las cortinas suavemente, reinaba el silencio y el aroma de melocotones me envolvía.
Adoro sentarme en la mesa de la cocina y escribir, es mi lugar preferido, he intentado hacerlo en el estudio que contiene cientos de libros, con una iluminación perfecta y un sillón cómodo, pero no, no puedo, me siento incómoda, es todo demasiado riguroso y perfecto y no siento nada que sea digno de transmitir.
Pero en la cocina todo es distinto, es familiar y sencillo, y el aroma de fruta y pan forman parte de un decorado que me llena de recuerdos y vida, transportándome así a muchos momentos vividos que se guardaron para siempre en el compartimento de las cosas importantes. Y entonces es fácil escribir, es muy fácil recordar, cerrar los ojos y observar a unos ágiles y seguros dedos pulsando teclas sin cesar, y se va perfilando la historia, y a veces solo soy una simple espectadora, a veces sufro con cada frase y otras sonrío como una niña.

 
Reflexiono sobre el día, lo cierto es que ha estado lleno de sonrisas y ojos bien abiertos, ha sido bonito y productivo, y entonces tú... alterándolo todo, apareciendo de nuevo, derribando mi castillo de naipes, llenando mi calma de mensajes que ya conozco, de latidos que nunca fueron míos, de dos intentos y cien fracasos, tú, entre la firmeza y el estremecimiento, entre las ganas y el dolor, entre la lógica y todo lo demás, tú, entre la pena y el alivio, entre el romero y un beso tibio, entre la noche y la última mañana, tú.

 
Me dirijo a la alacena, alcanzo una de las muchas tazas que la llenan, el café caliente que se vierte despacio, ajeno a todo aquello, me acerco a la ventana, la calle está en calma, un gato avanza despacio en medio de los coches, se arrastra por un asfalto húmedo, volviendo la vista como si desconfiara del mundo, hace bien, hace muy bien.
Alguien se dejó las luces encendidas de un viejo Seat al que no le quedan muchas carreteras por recorrer, al otro lado un vecino me sonríe cómplice de las horas extrañas y las tazas en la mano, le devuelvo la sonrisa y me pregunto si también preferirá la noche o su desvelo viene provocado por el café de los ojos de alguien.
Vuelvo a ti, a los pensamientos que  provocas, al caos que generas, a la capacidad de revolver un mundo estructurado, al aparecer y arrasar, sabiéndote seguro, intuyéndome cercana.

La firmeza de tus palabras.
La entrega que no convence.
La historia que no se repetirá.
La experiencia como escudo.
La vida que no se llenará de ti.
La sonrisa que no te pertenece.
El orgullo de estar muy lejos de ti.

Acabé el café y terminé un par de informes que se acumulaban, me puse al día con los correos y sonreí al ver las fotos que Bertrand me había mandado, París estaba especialmente hermosa, la luz la envuelve siempre de una forma mágica, recordando la importancia de ser rayo y tener la misión de iluminarla, de sublimarla, de encumbrarla, no es cualquier cosa ser luz en París.
Los grises de Nôtre Dame que se fusionan con el azul de un cielo que muere de contaminación pero que no lo reconoce, digno, siempre digno y perfecto.

 
Y tú mi querida torre anciana, los años te mejoran, estás más bella cuando el otoño te ronda, te vuelves acogedora y apuesto a que escondes nidos entre alguno de tus fríos hierros.



 
Cierro el ordenador cuando un segundo bostezo me indica que es hora de apagar el día, las almohadas grandes y mullidas me acogen suaves y frescas, en mis sueños una orilla, un rio, una tarde intensa, y un chocolate caliente que se bebió despacio y en absoluto silencio, sin ti.














Comentarios

  1. lo tuyo con París es colo comparable con el gran amor que le tienes a la vida, me ha encantado, siento no comentar siempre, últimamente estoy despistado, la Luna que me pone nostálgico, tanto como si tu echaras de menos Notre Dame o a la torre del ingeniero. Por suerte comparto contigo , esa gran y enorme pasión por el otoño, tal vez su proximidad hace que me sienta mas animado :) después de todo, nadie nos dijo que fuera fácil.. y los otoños duran poco :D

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    1. París corre por mis venas desde mucho antes que yo supiera que la amaría siempre.
      Respecto al otoño, no hay estación más perfecta Sr. Llumi.

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