Entre nosotras
Suena el teléfono, echo un vistazo al reloj, son horas extrañas, el corazón que se acelera y la cabecita que empieza a pensar en fatalidades.
Una voz familiar se disculpa por la hora y rompe a llorar tres segundos después. Me dirijo a la cocina a llenar un vaso con algo que no deje indiferente y vuelvo al salón dispuesta a cerrar los ojos y escuchar con toda la atención que la situación requiere.
La dejo llorar.
La dejo desahogarse.
La dejo hablar.
Siempre he sabido que cuando hay que hablar de dos, lo mejor es empezar por uno mismo, así que le digo que se tome su tiempo y que si quiere acercarse a casa que lo haga.
Medio vaso después, nos hallamos sentadas en el sofá, con una caja de kleenex, una botella de vino y una vela que huele a misa de seis.
La verdad en una relación se divide en tres porcentajes, el 40% de una parte, el 40% de la otra parte, y el 20% restante de lo que ven y callan los amigos.
-Ya sé que vas a decirme que me lo habías advertido, me dice con voz trémula.
-Te equivocas, es más, estoy realmente orgullosa de ti.
-Pues no entiendo porqué, tu veías venir algo que yo no quería ni pensar.
-Estabas enamorada, es normal que no lo vieras, le digo tratando de calmarla.
-¿Qué voy a hacer ahora? me pregunta entre lágrimas y sorbos a una copa que va vaciándose cada vez a mayor velocidad.
-Depende de lo que quieras hacer con tu vida, depende de las ganas, del tiempo, depende de ti.
-Dime que te quedan días libres, exclama abriendo mucho los ojos.
Doy un rápido repaso a mis días de vacaciones, a los que si, a los que no, una enorme agenda flota alrededor de mi cabeza como si de una densa nube gris se tratara.
Acabo diciéndole que si, que puede contar conmigo, la madrugada nos encuentra ebrias y con dos billetes de avión comprados.
La maleta que se hace rápido.
Las llamadas resolutivas.
La agenda que se modifica entre faldas y zapatos que se guardan.
El pésimo café del avión me devuelve a la realidad del momento, los ojos que se cierran con la visión de un cartel en neón que proclama un enorme "Estás loca" en letras fosforitas, los suspiros, las ganas de levantarme y volver a fumar , el pie que se agita como si de mi velocidad dependiera el despegue.
-Gracias por esto, me dice mi amiga con una tímida sonrisa.
-Tú también lo hubieras hecho por mi, la tranquilizo.
Tras el segundo y arriesgado café, llegan las confesiones, asoman los miedos y se pasean desnudas las inseguridades de dos mujeres que se hallan en el centro de la fila doce, huyendo hacia un destino que no nos haga pensar en lo que perdimos si no en lo que vamos a encontrar, cargando una batería que cada vez se agota antes, recordando todo lo que ya pasó por el corazón entendiendo porqué no permaneció almacenado en su memoria, exponiendo las necesidades encima de la mesa plegable llena de manchas de tinta.
Sonriendo pese a todo, sintiéndonos orgullosas, sintiéndonos mujeres, sintiéndonos dueñas absolutas de nuestro destino y nuestros porqués.
Los escasos días que pasamos resultaron productivos y hermosos, reímos como si el mañana fuera ese lugar incierto que siempre tratan de asegurarnos y vendernos, comprendimos la importancia de una locura bien realizada, de la fortuna del impulso compartido.
-¿Sabes?, hacia tiempo que no me relajaba de verdad, he podido ser yo misma, sin miedo a que me riñan por un exceso de equipaje, o por querer pasar una tarde entrando y saliendo de tiendas.
-Me alegra, le dije sonriendo.
-Que se haya ido es lo mejor para mi, ahora lo veo claro, no necesitas a nadie que no te necesite en su vida, sinceramente para que te quieran a ratos es mejor que no te quieran, exclamó orgullosa.
-Supongo que vas aceptando que tú y yo acabaremos solas, rodeadas de gatos que se nos comerán el día que la palmemos.
Las carcajadas y la señorita azafata que nos indica que nos abrochemos los cinturones nos aproximan al aterrizaje.
Me viene a la cabeza una cita de Nelson Mandela, dice algo así como : "Me gustan los amigos que tienen pensamientos independientes, porque suelen hacerte ver los problemas desde todos los ángulos", es una gran verdad y una gran suerte tenerlos y que nos quieran lo bastante como para no darnos la razón cuando no la tengamos, que nos hagan llorar cuando sea preciso y que pase lo que pase siempre estén, en cualquier momento, a cualquier hora y sin ningún porqué.
Que me decepcionen todos los hombres de este mundo, pero que siempre tenga un número de teléfono que me salve cuando eso suceda.
Nos despedimos en el aeropuerto, nuestros caminos se separaban momentáneamente ahí, un largo abrazo y unas lágrimas que nos dimos prisa en frenar como parte de una despedida entre dos mujeres con la suerte inmensa de tenerse.
Al llegar a casa me tumbé sobre la cama, observé el nuevo papel de la pared y esa maldita burbuja que no desapareció, resulta prácticamente imperceptible, pero yo la veo, la veré siempre, la veré cada día que mire esa pared.
Me quedé un buen rato mirando el techo, asimilando buena parte de las conversaciones que habíamos mantenido en esos intensos días.
Te echaba de menos, sonreí y pensé que tal vez en un futuro tengamos un poco más de suerte, tal vez lleguen puntuales y generosas nuevas oportunidades que consigan limar esas absurdas asperezas, tal vez algún día entendamos todo lo que no vimos, tal vez...
Una voz familiar se disculpa por la hora y rompe a llorar tres segundos después. Me dirijo a la cocina a llenar un vaso con algo que no deje indiferente y vuelvo al salón dispuesta a cerrar los ojos y escuchar con toda la atención que la situación requiere.
La dejo llorar.
La dejo desahogarse.
La dejo hablar.
Siempre he sabido que cuando hay que hablar de dos, lo mejor es empezar por uno mismo, así que le digo que se tome su tiempo y que si quiere acercarse a casa que lo haga.
Medio vaso después, nos hallamos sentadas en el sofá, con una caja de kleenex, una botella de vino y una vela que huele a misa de seis.
-Ya sé que vas a decirme que me lo habías advertido, me dice con voz trémula.
-Te equivocas, es más, estoy realmente orgullosa de ti.
-Pues no entiendo porqué, tu veías venir algo que yo no quería ni pensar.
-Estabas enamorada, es normal que no lo vieras, le digo tratando de calmarla.
-¿Qué voy a hacer ahora? me pregunta entre lágrimas y sorbos a una copa que va vaciándose cada vez a mayor velocidad.
-Depende de lo que quieras hacer con tu vida, depende de las ganas, del tiempo, depende de ti.
-Dime que te quedan días libres, exclama abriendo mucho los ojos.
Doy un rápido repaso a mis días de vacaciones, a los que si, a los que no, una enorme agenda flota alrededor de mi cabeza como si de una densa nube gris se tratara.
Acabo diciéndole que si, que puede contar conmigo, la madrugada nos encuentra ebrias y con dos billetes de avión comprados.
La maleta que se hace rápido.
Las llamadas resolutivas.
La agenda que se modifica entre faldas y zapatos que se guardan.
El pésimo café del avión me devuelve a la realidad del momento, los ojos que se cierran con la visión de un cartel en neón que proclama un enorme "Estás loca" en letras fosforitas, los suspiros, las ganas de levantarme y volver a fumar , el pie que se agita como si de mi velocidad dependiera el despegue.
-Gracias por esto, me dice mi amiga con una tímida sonrisa.
-Tú también lo hubieras hecho por mi, la tranquilizo.
Tras el segundo y arriesgado café, llegan las confesiones, asoman los miedos y se pasean desnudas las inseguridades de dos mujeres que se hallan en el centro de la fila doce, huyendo hacia un destino que no nos haga pensar en lo que perdimos si no en lo que vamos a encontrar, cargando una batería que cada vez se agota antes, recordando todo lo que ya pasó por el corazón entendiendo porqué no permaneció almacenado en su memoria, exponiendo las necesidades encima de la mesa plegable llena de manchas de tinta.
Sonriendo pese a todo, sintiéndonos orgullosas, sintiéndonos mujeres, sintiéndonos dueñas absolutas de nuestro destino y nuestros porqués.
Los escasos días que pasamos resultaron productivos y hermosos, reímos como si el mañana fuera ese lugar incierto que siempre tratan de asegurarnos y vendernos, comprendimos la importancia de una locura bien realizada, de la fortuna del impulso compartido.
-¿Sabes?, hacia tiempo que no me relajaba de verdad, he podido ser yo misma, sin miedo a que me riñan por un exceso de equipaje, o por querer pasar una tarde entrando y saliendo de tiendas.
-Me alegra, le dije sonriendo.
-Que se haya ido es lo mejor para mi, ahora lo veo claro, no necesitas a nadie que no te necesite en su vida, sinceramente para que te quieran a ratos es mejor que no te quieran, exclamó orgullosa.
-Supongo que vas aceptando que tú y yo acabaremos solas, rodeadas de gatos que se nos comerán el día que la palmemos.
Las carcajadas y la señorita azafata que nos indica que nos abrochemos los cinturones nos aproximan al aterrizaje.
Me viene a la cabeza una cita de Nelson Mandela, dice algo así como : "Me gustan los amigos que tienen pensamientos independientes, porque suelen hacerte ver los problemas desde todos los ángulos", es una gran verdad y una gran suerte tenerlos y que nos quieran lo bastante como para no darnos la razón cuando no la tengamos, que nos hagan llorar cuando sea preciso y que pase lo que pase siempre estén, en cualquier momento, a cualquier hora y sin ningún porqué.
Que me decepcionen todos los hombres de este mundo, pero que siempre tenga un número de teléfono que me salve cuando eso suceda.
Nos despedimos en el aeropuerto, nuestros caminos se separaban momentáneamente ahí, un largo abrazo y unas lágrimas que nos dimos prisa en frenar como parte de una despedida entre dos mujeres con la suerte inmensa de tenerse.
Al llegar a casa me tumbé sobre la cama, observé el nuevo papel de la pared y esa maldita burbuja que no desapareció, resulta prácticamente imperceptible, pero yo la veo, la veré siempre, la veré cada día que mire esa pared.
Me quedé un buen rato mirando el techo, asimilando buena parte de las conversaciones que habíamos mantenido en esos intensos días.
Te echaba de menos, sonreí y pensé que tal vez en un futuro tengamos un poco más de suerte, tal vez lleguen puntuales y generosas nuevas oportunidades que consigan limar esas absurdas asperezas, tal vez algún día entendamos todo lo que no vimos, tal vez...
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