El correo


Dos perfectos desconocidos, los protagonistas ideales de la canción de Frank , una mujer con pasado y un hombre con futuro, dos extraños unidos por la mirada más fatídica, por el tropiezo más desafortunado de la historia.



El día había empezado con una ducha larga y un par de fotos de un sol que se asomaba osado y presuntuoso, rasgando un horizonte púrpura y provocándole cientos de heridas ámbar que se difuminaban entre un cielo cada vez más azul.
El día no deparaba sorpresas, se antojaba rutinario y previsible, no había lugar para albergar ideas sobre escapadas, huidas o evasiones de una realidad que estaba llena de papeles fosforitos que se acumulaban sobre una mesa, llamadas por resolver y correos urgentes.
El día era como el día de ayer, y como lo había sido el de antes del día del otro ayer.


Fue un correo, uno de esos mensajes que llegan y sacuden, que lees y relees, que no acabas de entender, fue uno de esos mensajes que amenazan tormenta y revuelven los cabellos mesados por la tranquilidad del refugio y de los vientos controlados, fue un mensaje inesperado, libre, salvaje, fue un mensaje de esos que cuestionas, de esos que te hacen arquear la ceja y sonreír al mismo tiempo.

Decido dejarme llevar y responder.
Decido no preguntar.
Decido no juzgar, ni presuponer.
Decido ser yo.

Siempre ocurre que cuando mi mar está en calma, que cuando ningún viento revuelve mis aguas y siento el control de mi serena barca al navegar, el cielo se torna gris, las nubes empiezan a aglutinarse rápidamente y un rayo rasga el momento volcando así mi tranquila y apacible barca, sacudiéndolo todo para que sea necesario volver a empezar, como una especie de aviso, como una señal que te recuerda que estás viva y estas cosas forman parte de tu vida y de lo que eres.





Un presentimiento.
Un escalofrío que recorre la columna.
Un deseo.

Un café, eso es todo lo que pides.
Ambos sabemos que esa no es ni de lejos la verdad, ambos sabemos el precio real de algunos cafés, y la cuestión aquí es valorar los daños antes de que se produzca ninguna colisión, daños a terceros, daños irreparables, daños innecesarios.
Tu correo acaba en la papelera, justo al lado del deseo y las ganas, justo entre el miedo a lo desconocido y la certeza de querer vivirlo, debajo de la conciencia y detrás del quiero.
Trato de concentrarme, trato de pensar en todo lo que no tenga que ver contigo, y asombrosamente, hoy, todo está relacionado, todo tiene tu sabor, las frases empiezan con tu inicial, las pausas arrastran tu perfume y las llamadas vibran con tu timbre.


Me hago mil preguntas de las que tengo todas las respuestas que no quiero escuchar, ninguna me sirve, ninguna consigue que me sienta mejor, trato de darle la vuelta a la historia para encontrar las razones que me den el indulto, trato de convencerme de que mi vida es mía y a nadie más le pertenecen las contemplaciones y el buen hacer, trato y trato y trato.

Tu voz sedosa y calmada suena al otro lado, mi respiración agitada es lo único que aporto al momento, sé que estás sonriendo, es lo que siempre haces cuando me ves nerviosa. Tardas poco en convencerme, supongo que en el fondo lo deseo más que tu, lo deseo desde mucho antes que tu lo contemplaras, desde antes que esto tuviera cabida, desde mucho antes de necesitar volver a mirarnos.
El miedo sale a pasear con su traje de gala, sé que jugar con fuego es una niñería comparado con esto, sé lo mucho que nos costó pasar página y seguir con un corazón destrozado, sé lo duro que resultó volver a confiar de nuevo, sé lo difícil que fue dejar de comparar el sabor de tus besos y buscarlos en cada persona.

Toda una proeza olvidar las mañanas que empezaban con un susurro y un desayuno soleado, todo un logro erigirnos sobre una montaña de restos, de dolor, de desesperanza, de sueños rotos y de llaves perdidas, toda una proeza y una temeridad querer volverse a ver.
Pero así somos.
Dos personas que siempre estarán locas la una por la otra.
Dos almas que siempre necesitaran beberse.
Dos corazones que laten acompasados solo si están juntos.
Dos cerebros que hayan la paz si se saben cerca.
Dos piratas de aguas que no nos pertenecen.
Dos ladrones de tesoros y momentos que no merecemos.
Dos irresponsables enamorados.
Dos extraños en una noche.

La puerta se abre, una forma de andar conocida avanza arrastrando unos pies seguros de dar los pasos necesarios para realizar un sueño, una mirada temblorosa y sincera aguarda la llegada.
Una sonrisa por bandera, un labio que se muerde en señal de rendición, una mesa compartida, unas manos que se buscan, una lágrima que rueda, unos extraños que comparten un momento, unas ganas que se revuelven salvajes, y unos ojos que hablan de forma distinta, una seguridad que avanza poderosa y segura, una mano que se cierra protegiendo a la otra.


Dos corazones humanos.
Dos seres que no pueden dejar de amarse.
Dos sueños en uno.
Dos cafés que lo cambiaron todo.


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