De carne y hueso

El ruido del silencio nos resultaba insoportable en aquella tarde de primavera, con un calor excesivo para la época del año y un montón de sueños revueltos que  no ayudaban a encontrar trinchera tras la que guarecerse.
Un montón de palabras arrojadas con la mayor crueldad, que supieron estallar con la fuerza y violencia necesaria para sellar caminos y matar esperanzas.
El aire olía a musgo y alquitrán, ellos ajenos a todo, ignoran que siempre serán parte de mi, con un velo enmarañado de promesas rotas y caminos abandonados, y un par de miradas perdidas envueltas por la quietud del no saber que hacer.




Queríamos lo mismo, siendo distinto el precio a pagar por ello.
Anhelábamos anclar en las mismas aguas y mecernos en nuestra barca serena y blanca, pero la tormenta siempre nos sorprendía en tierra, a demasiados kilómetros de allí.
Nos creíamos invencibles, ajenos a la lluvia despiadada y fría, y ella, tan cómplice de buenos momentos, siempre nos concedía una dulce tregua.
Pensábamos que un camino era todo lo que necesitábamos para encontrar la salida, que ninguna casa construida mediante deseos podía derrumbarse.
Éramos de verdad, fuimos reales, tan solo un montón de carne y huesos.



Un extraño amor aquel que nos unió, una lógica y esperada consecuencia la que nos separó.
Tal vez vuelvan a encontrarse nuestros caminos, tal vez algún día alguna calle de desgastado asfalto gris vuelva a reunir nuestros pasos, supongo que sabes que te sonreiré, lo haré con sinceridad, con la franca alegría del que perdiendo gana, con la emoción de los años transcurridos y las vidas mejoradas.
Tal vez me mires y no digas nada, tal vez eso sea más que suficiente para los dos.
Tal vez quieras y no puedas.
Tal vez el dolor vaya de la mano del orgullo.
Tal vez creas que así es mejor.
Tal vez tengas razón.


Mejorando la versión de nosotros mismos a través del  tiempo, los km y los daños, los errores se distinguen fácilmente en la oscuridad del desamor, y muy al contrario de lo que pueda parecer no tienen un sabor amargo. Lo dulce de la templanza y el saber escoger los mejores recuerdos para que sean ellos y no otros los que te acompañen y forjen en el largo camino que queda.
La levedad del alma que viaja ligera de equipaje.
La emoción del seguir sin saber.
La fuerza que brota de un poderoso interior.
La magia del creer siempre en uno mismo.


Una mirada puede recompensar todos los malos momentos, una caricia aliviar el peso de los errores cometidos, un beso curar y alentar, rozar una piel puede demostrar que no hay más verdad que la que mora en un corazón que ya no busca, un corazón que encuentra.

Una débil llama y la temperatura más baja me animan a dar por acabado el día, apenas un imperceptible crepitar de un pequeño tronco de un viejo almendro, sonrío, me abrazo, y pienso en la magia de la transformación, pienso en la capacidad que tienen los buenos momentos para hacernos crecer.
Soñad bonito.















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